En 2014, el mundo de la Fórmula 1 estaba entusiasmado con los nuevos coches híbridos, pero de repente la atención se centró solo en las narices feas
La temporada de lanzamientos de la Fórmula 1 es conocida por las grandes sorpresas, ya sean ideas de diseño individuales como la ranura F o tendencias no deseadas como las cubiertas de motor con aletas de tiburón
Sin embargo, ahora que la cuenta atrás para la presentación de los coches de 2024 está en pleno apogeo, quizá sea el momento de reflexionar sobre el momento en que, hace diez años, el reglamento de la Fórmula 1 abrió la puerta a los coches quizá más feos jamás vistos.
Era el comienzo de la tan cacareada «era híbrida», que se suponía iba a centrarse en la introducción de la cadena cinemática tecnológicamente más avanzada del deporte. En lugar de eso, nos preguntábamos por qué los coches de Fórmula 1 tenían un aspecto tan extraño.
La tendencia en el diseño se debió a un importante cambio en el reglamento, con el que la FIA intentó eliminar una característica de diseño que había prevalecido en la anterior era del reglamento.
Anteriormente, los diseñadores habían intentado elevar el morro lo máximo posible para mejorar el comportamiento del flujo de aire. Sin embargo, esto condujo a otra pesadilla estética: los morros escalonados desfiguraron los monoplazas de Fórmula 1 en 2012 y el organismo rector esperaba que no volviera a ocurrir.
Pero cuando la FIA quiso resolver este problema, creó uno nuevo: McLaren, Force India, Sauber, Toro Rosso, Williams y Caterham presentaron soluciones de morro con una punta estrecha y alargada que tenía un aspecto bastante ridículo, pero que claramente aportaba algunas ventajas en cuanto a rendimiento.
Comparar el Ferrari F138 del año anterior con el F14T de 2014 muestra hasta qué punto las propuestas pretendían afectar no solo al diseño del morro, sino también a otros aspectos del diseño del coche.
La FIA quería bajar la punta del morro por motivos de seguridad e intentó imponerlo en el reglamento.
El reglamento exigía que el borde inferior del morro no estuviera a más de 185 milímetros por encima del plano de referencia y que no sobresaliera más de 250 milímetros por encima de éste, mientras que se añadieron más restricciones de volumen en un punto situado 50 milímetros por detrás del morro.
Los siete equipos, que habían optado todos por el morro feo, vieron estas restricciones y se dieron cuenta rápidamente de que podían reducir algunas de las pérdidas asociadas con un morro más delgado que proporcionara un flujo más deseable a la corriente de aire.
El único reto ahora era superar la prueba de choque con una estructura mucho más corta, ya que el morro alargado no proporcionaría la misma deceleración que una alternativa más ancha.